Sáb. Sep 27th, 2025

La mentira en los niños pequeños es un indicio positivo, según los expertos

La mentira en los niños pequeños es un indicio positivo, según los expertos

Las mentiras en la infancia: aprendizaje y desarrollo

MADRID, 15 Sep. (EDIZIONES) – Cuando un niño de 3 o 4 años dice que tiene un perro imaginario o asegura que no ha comido chocolate aunque lo hayas visto comiendo, no significa que sea un mentiroso. Más bien, es una fase crucial en su desarrollo cerebral: está aprendiendo a diferenciar entre la realidad y la fantasía, a utilizar su imaginación y a comprender que los demás pueden tener pensamientos distintos a los suyos.

Los expertos aseguran que estas primeras «mentiras» son una señal positiva de maduración, siempre que los padres sepan cómo reaccionar y convertirlas en oportunidades educativas.

El catedrático de Psicobiología en la Universidad de Murcia, José María Martínez Selva, quien ha estudiado la mentira durante años y es autor de varios libros sobre el tema, nos concede una entrevista donde aborda la preocupación de muchos padres respecto al porqué de las mentiras infantiles. Martínez Selva señala que los niños mienten «casi por las mismas razones que los adultos», aunque aclara que hay aspectos específicos a considerar respecto a la mentira de los más pequeños.

Las primeras mentiras: a partir de los 2 años

El experto subraya que las mentiras en los menores comienzan a aparecer entre los 2 y los 4 años, y que las primeras suelen ser de protección, ya que los niños intentan evitar castigos o no enfadar a sus cuidadores. «Las mentiras que al principio son simples y fácilmente detectables, con el tiempo se vuelven más complejas a medida que los niños adquieren habilidades de comunicación y capacidades mentales y emocionales», avisa.

Martínez Selva sostiene que los niños «mienten mucho» entre los 5 y los 8 años, pero a medida que otros niños detectan sus mentiras, llevan más cuidado al hacerlo. Con el desarrollo de sus habilidades, encuentran nuevas formas de lograr lo que quieren, sin necesidad de recurrir al engaño. «Es cierto que la mentira revela en qué punto de desarrollo se encuentra el menor», afirma.

Posteriormente, surgen mentiras altruistas, que tardan más en aparecer, donde el niño miente para no hacer daño a otros o para proteger a un amigo o hermano; estas mentiras requieren un mayor neurodesarrollo para ser ejecutadas.

La mentira en la infancia: una señal de desarrollo

El tipo de mentira también indica el desarrollo de las habilidades sociales del niño. A medida que crecen, estas mentiras se vuelven más complejas, incluso llegando a igualarse con las de los adultos en la adolescencia y preadolescencia, ya que adquieren habilidades mentales y sociales que les permiten comunicar mejor sus intenciones y entender las emociones ajenas. Son cada vez más hábiles en elaborarlas y en engañarnos, indica el catedrático.

Diana Jiménez, psicóloga y autora de manuales como ‘Disciplina positiva’ (Grijalbo), también aborda este tema y señala que no es lo mismo mentir a los tres años que a los diez o a los quince. «Muchos padres se hacen la pregunta equivocada: ¿Por qué mienten los niños? La respuesta más común es que lo hacen para evitar consecuencias. Ellos presienten que decir la verdad podría ser ‘peor’ y, por eso, inventan algo», explica.

Sin embargo, Jiménez afirma que «las mentiras infantiles no tienen la misma intencionalidad que las de los adultos», ya que el cerebro de los niños aún no está completamente desarrollado, y sus mentiras a menudo son tan inocentes que resultan casi cómicas. «¿Quién no ha escuchado a un niño con la cara llena de chocolate decir: ‘¡No me he comido nada!’?», se pregunta la neuropsicóloga educativa.

A lo largo del tiempo, se observa que un niño de 4 años puede decir a sus amigos que tiene un perro aunque no lo tenga. «No se trata de engañar con intencionalidad, sino de explorar la ficción y la creatividad. En cambio, la mentira adulta es más elaborada y consciente, y aparece cuando hay una intención clara de manipular o de evitar consecuencias», advierte Jiménez.

Cómo reaccionar cuando nuestros hijos mienten

La psicóloga comparte varios consejos para los padres que sospechan que sus hijos están mintiendo, comenzando por aclarar que no es malo que los niños mientan, y que es, de hecho, una señal de que su cerebro está aprendiendo a manejar información compleja.

La clave reside en cómo los adultos responden a las mentiras de los menores. Jiménez ofrece las siguientes recomendaciones:

  • Evitar preguntas que puedan inducir a la mentira. Por ejemplo, si has visto a tu hijo comer chocolate sin permiso, no preguntes de forma acusatoria: ‘¿Has comido chocolate?’. Esto puede conducir a una nueva mentira. En su lugar, puedes decir: ‘Veo que has comido chocolate. No pasa nada, mañana me lo pides y mamá te dará chocolate cuando corresponda’. Así, se transmite que decir la verdad no tiene consecuencias negativas.
  • Valorar la sinceridad cuando aparece. Si tu hijo miente y luego confiesa, agradéceselo. Esto refuerza la idea de que la honestidad es positiva y disminuye el miedo a confesar errores, sin poner el foco en la mentira.
  • Evita llamar ‘mentirosos’ a los niños. En lugar de eso, utiliza su imaginación como herramienta educativa. Por ejemplo, si dice que tiene una piscina en casa, puedes guiar la conversación hacia la realidad: ‘No tenemos piscina, pero podemos pensar en otras maneras de divertirnos con agua’. Esto les ayuda a comprender la diferencia entre fantasía y realidad sin recurrir al engaño.
  • Controlar los estímulos que generan la necesidad de mentir. Al igual que sucede con las rabietas, si un niño ve galletas de chocolate al alcance, puede mentir para conseguirlas. La solución no es regañar, sino regular la disponibilidad de los objetos y enseñarle a esperar y pedir las cosas de manera adecuada.

En definitiva, la mentira infantil es parte natural del desarrollo. No es un problema moral, sino una etapa donde el cerebro aprende a manejar la fantasía, la creatividad y la interacción social. La labor de padres y educadores no es castigar, sino guiar, enseñar y reforzar la honestidad a través del respeto y la comprensión», concluye Diana Jiménez.

FUENTE

Por Redaccion

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